[:es]Los tratamientos antiparasitarios tanto internos como externos son muy importantes para la salud de nuestro gato y la nuestra propia.
Desparasitación interna del gato
Los parásitos internos, como las lombrices o los protozoos (parásitos microscópicos que cuentan con una única célula) afectan principalmente a gatitos, mucho más receptivos que los adultos, y que en ocasiones pueden infectarse por su propia madre. Estos parásitos afectan al sistema digestivo, causando graves problemas si no se actúa a tiempo. Además dichos parásitos pueden contagiarse a otros animales, incluso a las personas, a través de las heces. Por este motivo, es fundamental desparasitar de forma regular a nuestro gato. Un análisis coprológico revelará si nuestro animal está infectado y el mejor tratamiento en cada caso.
Es importante recordar que los antiparasitarios existentes en el mercado no previenen frente a estos parásitos; sino que eliminan los ya existentes. Existen múltiples presentaciones: comprimidos, inyectables, jarabes, pipetas percutáneas, etc.
Una primera desparasitación en torno al destete (4-6 semanas de vida) a repetir 10-15 días después sería una posible pauta. Posteriormente controles coprológicos y desparasitaciones periódicas cada 3-4 meses, dependiendo del hábitat del animal, son recomendados. En Andalucía la desparasitación interna contra echinococcus spp es obligatoria y registrable al menos una vez al año.
Desparasitación externa del gato

Imagen: alterna ► on Visualhunt
Los parásitos externos, también conocidos como ectoparásitos, viven o acuden a alimentarse a la superficie del gato. Los más frecuentes son pulgas, garrapatas y ácaros.
- Las pulgas: provocan en el gatito un reflejo muy acusado de rascarse, de limpiarse y de lamerse, lo que favorece la ingestión de bolas de pelo y, en algunos casos concretos dermatitis alérgicas a sus picaduras. Otras veces pueden verse a simple vista corriendo entre el pelo del animal. Para eliminarlas completamente es fundamental tratar también el entorno donde vive el animal.
- Las garrapatas: se contraen casi exclusivamente en el exterior, y se fijan preferentemente alrededor del cuello y en las orejas. Pueden transmitir enfermedades y provocar reacciones inflamatorias en el lugar donde se fijan. Nunca se debe de tirar de una garrapata para intentar quitarla, ya que podríamos dejar el sistema de anclaje de ésta en el interior de la piel y provocar una reacción dolorosa e infecciones secundarias.
- Los ácaros: son los causantes de las llamadas “Sarnas”. En gatitos los más frecuentes son los otodectes; minúsculos ácaros instalados en el conducto auricular que provocan una dolorosa otitis. La presencia de una abundante cera negruzca y maloliente en el conducto auricular, y el hecho de que el cachorro se frote violentamente las orejas con las patas son un indicio habitual. Otros ácaros afectan la superficie cutánea en general y suelen producir dermatitis con picor. Conviene recordar que algunas de estas especies pueden afectar a las personas.
Hoy en día existen distintos productos en el mercado que pueden ayudar a eliminar y repeler estos desagradables inquilinos. Cada uno tiene sus características propias que lo hacen más o menos adecuado para cada gato, por lo que es necesaria una orientación veterinaria para elegir la mejor opción particular en cada paciente. Algunos de ellos son: Pipetas (se administran en la cruz del cuello del gato donde no alcance a lamerse y son muy fáciles de aplicar), comprimidos (se administra por vía oral y suelen actuar en la sangre. Suelen utilizarse cuando queremos que el efecto sea rápido), collares (repelentes) espray (se aplican mediante pulverizaciones en todo el cuerpo del gato), etc.
Imagen principal: Kerri Lee Smith on VisualHunt
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